Moisés pastoreaba unas ovejas de su suegro Jetro, que era sacerdote, y al llegar al llegar hasta Horeb, el monte de Dios, observó que una zarza que ardía y no se consumía, y decidió acercarse, para conocer la causa por la cual aquella planta no se quemaba. Entonces, el Ángel de Jehová lo llamó: “¡Moisés, Moisés! Y él respondió: “Heme aquí”. De inmediato recibió respuesta: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tu estás, tierra santa es.”Es posible que alguno de ustedes halla entrado a este recinto de adoración a Dios y a su hijo Jesús, Salvador y Señor nuestro, con alguna carga o contaminado por el pecado del mundo. Sí, hermanos, porque el pecado que sutilmente comienza en la mente recorre todo nuestro cuerpo, y nos va contaminando y destruyendo lentamente, a veces sin darnos cuenta, hasta llevarnos a un estado de deterioro espiritual tan bajo como la suela de nuestro zapato. Por eso, a los hebreos se les requería, y aún se les requiere, quitarse las zap